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La Vida Fuera del taller (IV)

Los buenos momentos; encuentros casuales y buenas conversaciones acompañados de una 0,0.

Dentro de lo bueno y de lo malo que tiene el movimiento centrípeto artístico, está el conocer a personas afinadamente dispersas en su tiempo y lugar de trabajo y aventureras parcialmente de la vida; se sostienen ágilmente con una sola pierna sobre un cable acerado que se balancea a merced del viento unas veces se encuentran en la parte superior de este, otras colgando, otorgando a la otra pierna, plena libertad de movimiento rítmico.

Los encuentros en torno a un café, infusión o birra, no tienen en común con respecto al resto de los mortales nada, excepto el objeto que se sostiene con la mano y se deposita cada cierto tiempo en la mesa.

Suelen ser reuniones de trabajo, visitas de cortesía, encuentros casuales; es como gravitar en torno a un “Agujero Negro”, pronto acabas siendo absorbido y apareces en el otro extremo del espacio/tiempo transformado temporalmente.

Luego regresas a tu propio micro-cosmos.

 

Los artistas, son una especie de tribu, subdividida en otras tribus de diferentes características; cada una de estas tribus, tienen sus lugares de caza y reposo; a veces van a la guerra para extender sus dominios y otras abandonan la tribu, para entrar en otra; como en la naturaleza, existe un gran número de jóvenes orbitando y deambulando por los diferentes orbitales de cada tribu en tierra de nadie, madurando en espera de poder ser absorbidos o aceptados.